
Pensando en ello llama la atención el contraste de estos propositos, sobre todo en vacaciones que quedan como olvidados, como si reivindicaramos la independencia personal, nos movemos por impulso y nos cuesta compartir, la más de las veces no paramos a pensar las repercusiones, actuamos sin más, para sentir libertad de movimiento y evitar el compromiso de adaptarnos a los demás.
Este verano, aparcar en las playas era todo un logro, vueltas y vueltas hasta encontrar un hueco para dejar el coche y llegar con recalentamiento deseando un baño, pero primero había que buscar también una plaza para la toalla. Y como muestra, esos días que en la orilla sur buscaba el punto de encuentro familiar, cada uno iba llegando en su coche, por separado. ¡Una toalla, un coche! Aunque eso en verano pasa en todas las orillas. Cuando se queda porque vas de distintas casas, bueenoo, ... distinto es cuando se sale de la misma casa con diferentes destinos...
Pero volviendo a la jornada laboral y el compartir el transporte, hay que ser muy disciplinado para cumplir esa dinámica, hay que ser trabajador contratado con sueldo y horario, y el nuestro tan a conveniencia, si estamos o no coincidimos, afecta a los cálculos. Por otro lado, cuando el trabajo requiere movernos, ni lo planteamos, voy vengo, vas vienes, y por el camino nos entretenemos. Lo mejor es trabajar en casa, evitas esos engorrosos desplazamientos, o tener que quedar con el vecino. Aunque debe ser muy acertado, ya Tintin contaba para desplazarse con sus amigos y paraba a recogerlos.
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